La Primera Comunión: un paso grande en la vida cristiana
En estos días en los que muchas parroquias se llenan de alegría por la celebración de las Primeras Comuniones, la Iglesia entera se alegra con los niños y niñas que, por primera vez, van a recibir a Jesús en la Eucaristía.
La Primera Comunión no es solo un día bonito, lleno de flores, trajes, fotografías y banquetes. Es mucho más. Es un paso muy importante en la vida de fe: es la primera vez que los niños reciben al mismo Cristo vivo, que se entrega en el pan y el vino como alimento de vida eterna. Es un momento sagrado en el que Jesús se une profundamente con ellos y los invita a seguir caminando con Él.
Por eso, más allá de los preparativos externos, que son valiosos y ayudan a resaltar la alegría del día, lo esencial está en lo interior: en el corazón de los niños, en su deseo de encontrarse con Jesús y en el acompañamiento de sus familias y catequistas que han sembrado en ellos la semilla de la fe.
Cada niño que comulga por primera vez nos recuerda que la fe es un regalo precioso y que vivirla con sencillez y verdad es un ejemplo para todos. Ellos nos enseñan que Dios se hace pequeño para entrar en nuestra vida, y que su amor es tan grande que quiere quedarse en nosotros para siempre.
Que esta celebración sea también una oportunidad para las familias, la comunidad y cada cristiano, de renovar su amor por la Eucaristía, ese gran regalo en el que Jesús entra en nuestro corazón y nos llena de su amor.
