II Domingo de Cuaresma: La identidad
“En efecto, ya se trate de cumplir los mandamientos o de tolerar las adversidades, nunca debe dejar de resonar en nuestros oídos la palabra pronunciada por el Padre: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto; escuchadle” (San León Magno).
II DOMINGO DE CUARESMA: LA IDENTIDAD (Gén 15, 5-12.17-18; Sal 26; Fip 3,17-4,1; Lc 9, 28b-36)
El secreto de la vida de Jesús es la relación con su Padre Dios, manifestado en el Monte Alto, con la declaración: “Este es mi Hijo, el amado”. El mosaico del Monte Tabor representa la Transfiguración de Jesús, quien se reviste de luz, al mismo tiempo que anticipa su Pasión, clara alusión al Misterio Pascual.
Texto bíblico: Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz, desde la nube decía: -«Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
El papa Francisco alude al Misterio Pascual: “En la muerte y resurrección de Jesucristo, Dios hace evidente este amor, que es capaz incluso de destruir el pecado de los hombres. Dejarse reconciliar con Dios es posible por medio del misterio pascual y de la mediación de la Iglesia”.
Pensamiento: Vivimos una Pascua continua y sucesiva. La experiencia de debilidad y de misericordia nos permite gustar la muerte y la vida; la oscuridad y la luz; el peso y la liberación de nuestras culpas.
ORACIÓN
No hemos recibido un espíritu de siervos, para recaer en el temor. Este mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos también heredero, coherederos con Cristo, herederos de Dios.
PROPUESTA
No te olvides nunca de que Dios te reconoce, en Jesucristo, como su propio hijo, a quien siempre puedes acudir e invocar como Padre. Dice el texto evangélico: ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» (Lc 11, 11-13).