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Barron, en el Sínodo, pide una catequesis con apologética, ciencia y fe y respuestas claras con amor

Robert Barron, de 58 años, es desde 2015 obispo auxiliar de la archidiócesis de Los Ángeles. Antes fue fundador de Word on Fire Catholic Ministries, un servicio de evangelización y apologética católica, con programas de televisión, documentales, cursos, libros…

Tiene facilidad de palabra y una buena base cultural para expresarse. Sus vídeos en YouTube sobre temas de la fe cuentan con 13 millones de visionados y su página web www.wordonfire.org es de las más visitadas en el Internet católico de lengua inglesa.

El arzobispo de Filadelfia, Charles J. Chaput, lo considera «el más convincente evangelizador católico en lengua inglesa de nuestro tiempo». George Weigel, el biógrafo de Juan Pablo II, declara que es «el más completo evangelizador y catequista en la Iglesia católica de nuestros días». Su libro-entrevista con John Allen Encender fuego en la tierra está desde hace unas semanas en las librerías españolas (y aquí en OcioHispano) exponiendo sus ideas evangelizadoras.

Con documentales y programas de TV e Internet sobre la fe Barron ha llegado a millones de personas

Muchos esperaban con interés su ponencia en el Sínodo sobre la transmisión de la fe a los jóvenes. Barron ha insistido en lo que demuestran los estudios hace años: la catequesis juvenil no funciona porque no da argumentos razonables para la fe. Los jóvenes dicen que dejan la fe porque les parece que no es compatible con la ciencia (aunque en realidad no sepan casi nada ni de fe ni de ciencia). No conocen los argumentos católicos ni la tradición intelectual católica.

Barron señala que antes de dar las respuestas, es importante dejar que ellos formulen sus preguntas, más aún, animar a que lo hagan, dar espacio al preguntar (como explicaba este reciente estudio con jóvenes ex-católicos).

A partir del ejemplo de Jesús con los caminantes de Emaús, Barron pide hacer como Él hizo: primero, escuchar con amor; luego, «hablar con fuerza y claridad». Y eso implica la apologética, el «dar razón» con argumentación de la esperanza cristiana, que no es científica, pero sí racional y razonable.

Presentamos a continuación su intervención completa en el Sínodo de este jueves 4 de octubre.

Una nueva apologética: intervención en el sínodo de 2018

Robert Barron, obispo auxiliar de Los Ángeles, ofreció esta intervención el 4 de octubre de 2018 en el Sínodo sobre los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento Vocacional

El encuentro de Jesús con dos antiguos discípulos en el camino de Emaús aporta un hermoso modelo del trabajo de acompañamiento de la Iglesia a lo largo de las edades. El Señor camina con esta pareja, aunque se están alejando de Jerusalén, es decir, espiritualmente hablando, van en la mala dirección.

Él no empieza con palabras que les juzguen, sino con atención y ánimos en silencio. Jesús se mantiene escuchando, mientras ellos le relatan, con bastante exactitud, todos los datos que a Él se refieren. Pero entonces, sabiendo que ellos carecen del patrón para interpretar los datos de forma que tengan sentido, les reprende (“oh, qué insensatos sois, qué lentos de corazón para creer todo lo que los profetas hablaron”) y después lo expone todo (“empezando con Moisés y todos los profetas, interpretó para ellos lo que sobre Él referían todas las Escrituras”). Él escucha con amor, y habla con fuerza y claridad.

Innumerables sondeos y estudios de los últimos 10 años han confirmado que los jóvenes con frecuencia citan razones intelectuales cuando se les pregunta qué les ha impulsado a dejar la Iglesia o a perder confianza en ella. La principal de esas convicciones es que la religión se opone a la ciencia o bien que no puede resistir un escrutinio racional, que sus creencias están desfasadas, son un remanente de una época primitiva, que la Biblia no es fiable, que la creencia religiosa aumenta la violencia y que Dios es una amenaza para la libertad humana. Puedo verificar, en base a 20 años de ministerio en el campo de la evangelización online, que estas inquietudes son piedras de tropiezo para que los jóvenes acepten la fe.

Lo que se necesita hoy vitalmente, como un aspecto del acompañamiento de los jóvenes, es una apologética y una catequesis renovadas.

Me doy cuenta de que en algunos círculos de la Iglesia, el término apologética es “sospechoso”, ya que parece indicar algo racionalista, agresivo, condescendiente. Espero dejar claro que el proselitismo arrogante no tiene lugar en nuestra acción pastoral, pero espero que quede igualmente claro que una explicación de la fe inteligente, respetuosa, sensible a la cultura (“dar razón de la esperanza que hay entre nosotros”) es ciertamente algo deseable.

Hay un consenso entre la gente de pastoral de que, al menos en Occidente, hemos vivido una crisis de catequesis en los últimos 50 años. Que la fe no se ha comunicado eficazmente lo verificó el estudio Religious Landscape más reciente, del Pew Research Center en América. Indicaba que, entre las principales religiones, el catolicismo era el segundo peor en transmitir su tradición.

¿Cómo es que durante las últimas décadas los jóvenes en nuestras escuelas secundarias católicas han leído a Shakespeare en literatura, a Homero en latín, Einstein en clase de física, pero, demasiado a menudo, textos superficiales en religión? El ejército de jóvenes nuestros que afirman que la religión es irracional es un fruto amargo de este fallo en la educación.

Entonces, ¿cómo debería ser una nueva apologética? En primer lugar, surgiría de las preguntas que los jóvenes espontáneamente hacen. No se impondría desde arriba, sino que más bien emergerían orgánicamente desde abajo, la respuesta a una inquietud de la mente y el corazón. Tomaría ejemplo del método de Santo Tomás de Aquino. Los austeros textos del gran maestro teológico de hecho surgieron de las vivas “quaestiones disputatae” que estaban en el corazón del proceso educacional de la universidad medieval. Tomás estaba profundamente interesado en lo que los jóvenes de verdad preguntaban. Y nosotros deberíamos estarlo también.

En segundo lugar, una nueva apologética debería trabajar en profundidad la pregunta de la relación entre religión y ciencia. Para muchas personas hoy, lo científico y lo racional son términos equivalentes, coextensivos. Por lo tanto, puesto que la religión no es ciencia, obviamente, debe ser irracional. Sin denigrar ni por un instante la ciencia, tenemos que mostrar que hay caminos no científicos pero eminentemente racionales que conducen hacia el conocimiento de lo real. La literatura, el teatro, la filosofía, las bellas artes… son todas primas cercanas de la religión. No solo entretienen y deleitan, también llevan en sí verdades que no pueden obtenerse de otra forma. Una apologética renovada debería cultivar estos acercamientos.

En tercer lugar, nuestra apologética y catequesis debería seguir la “via pulchritudinis”, como el Papa Francisco señalaba en Evangelii Gaudium. Especialmente en nuestro contexto cultural postmoderno, empezar por lo que es verdadero y bueno –qué creer y cómo comportarse- está a menudo contraindicado, ya que la ideología de la auto-invención estáestablecida muy firmemente.

Sin embargo, el tercer trascendental, la belleza, a menudo demuestra ser un camino más encantador, menos amenazante. Y parte del genio del catolicismo es que hemos abrazado la belleza de forma consistente, en canciones, poesía, arquitectura, pintura, escultura y liturgia- Todo eso aporta una matriz poderosa para evangelizar.

Y como argumentaba Hans Urs von Balthasar, la belleza más convincente de todas es la de los santos. He encontrado mucha potencia evangelizadora al presentar las vidas de estos grandes amigos de Dios, de la misma forma que el entrenador de béisbol atrae a nuevos jugadores al juego mostrándoles el juego de algunas de sus mayores figuras.

Cuando Jesús se explicaba con los discípulos en el camino de Emaús, sus corazones empezaron a arder en su interior. La Iglesia debe caminar con los jóvenes, escucharles con atención y amor y estar lista para con inteligencia dar razón de la esperanza que nos habita. Esto, confío, encenderá en fuego los corazones de los jóvenes.

(Religión en Libertad)

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