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La reestructuración de la catequesis en tiempo de crisis

La presión de la vida y las nuevas circunstancias han hecho surgir en la práctica nuevas modalidades de organización de la catequesis, particularmente en lo que tiene que ver con las personas adultas

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Desde hace unos cuarenta años, la catequesis se ha constituido en un campo muy notable de innovación, experimentación y creatividad. La presión de la vida y las nuevas circunstancias han hecho surgir en la práctica nuevas modalidades de organización de la catequesis, particularmente en lo que tiene que ver con las personas adultas. El magisterio de la Iglesia universal, por su parte, se ha mostrado muy comprometido con la renovación de la catequesis. Recordemos algunos momentos de sus intervenciones: la publicación del Directorio Catequético General en 1971, el Sínodo de los obispos sobre la catequesis en 1977, la exhortación apostólica Catechesi Tradendae en 1979, el Catecismo de la Iglesia Católica en 1992, la publicación del nuevo Directorio General para la Catequesis en 1997. Por lo tanto, se puede afirmar que, desde el final del Concilio Vaticano II, la catequesis ha entrado en una fase de reconstrucción, tanto si se considera el nivel de base, como si se tienen en cuenta los pastores.

Esta extraordinaria creatividad de la catequesis, sin embargo, ni asegura nada, ni se puede mirar con actitud triunfalista. En realidad, ésta es la contraparte de la profunda crisis que afecta la transmisión de la fe en nuestros días. En efecto, la catequesis se ha visto forzada a inventar, teniendo como trasfondo la crisis global de la iniciación cristiana en la actualidad. En concreto, lo que está haciendo crisis es el sistema catequético destinado a los niños y a los adolescentes, quienes se inscriben a una determinada edad para prepararse sucesivamente a la primera comunión, a la profesión de fe o a la confirmación. Este sistema consiste esencialmente en la preparación a los sacramentos mencionados, los cuales, por demás, se perciben como la conclusión de la catequesis. Este proceso catequístico en crisis está organizado en el ritmo escolar anual, en lugar del litúrgico, y propone el mismo esquema para todos. La preparación presacramental se le confía a un grupo de catequistas y se desarrolla, por lo general, sin tener en cuenta el conjunto de actividades de la parroquia y de la vida comunitaria. Aunque este clásico sistema de catequesis esté dando todavía algunos frutos, adolece de crecientes dificultades, no sólo en razón de sus limitaciones, sino, sobre todo, debido a su progresiva inadecuación a la evolución sociocultural de la sociedad, lo cual está generando una crisis, cuyos síntomas nos son bien conocidos: disminución constante de niños catequizados, abandono frecuente después de la recepción de los sacramentos, falta de motivación de los padres, folclorización de los ritos religiosos de paso, dificultad para encontrar catequistas, envejecimiento de los mismos, problemas de inserción de los jóvenes en las comunidades, etc.

Es en este contexto de crisis donde un nuevo paradigma de la catequesis está surgiendo. Yo quiero precisarlo, enumerando aquí cuatro retos, y por ende cuatro tareas fundamentales para la catequesis del mañana. Las propuestas que voy a presentar me parecen realistas y abordables. Ante todo, porque ya se están gestando sobre el terreno; y porque están haciendo evolucionar las cosas sin revolucionarlas. Estas cuatro propuestas se caracterizan por construir y mantener vínculos de humanidad que pueden revelarse como otros tantos lugares de la experiencia de Dios. De esta forma se busca establecer relaciones entre las personas, entre las generaciones, con el medio ambiente sociocultural, al tiempo que se invita a reconocer en nuestras alianzas humanas el lugar de nuestra alianza filial con Dios.

1. El reto de la comunidad. Por una catequesis permanente de las comunidades orientada hacia la proclamación de la fe pascual.

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Esta primera propuesta me parece ser el fermento principal de toda renovación catequética actual. Consiste en considerar que las comunidades, como tales, son las destinatarias de la catequesis. El Directorio Catequético General de 1971 ya lo destacaba: «En la actividad pastoral, la catequesis es una forma de acción eclesial que trata de llevar a la madurez de la fe tanto a las comunidades como a los individuos» (§21). Y agregaba: «La catequesis se dirige a la comunidad sin olvidar a los fieles en particular» (§31). En esta misma línea, el nuevo Directorio General para la Catequesis de 1997 establece: «La atención a cada una de las personas no debe hacer olvidar, sin embargo, que la catequesis tiene como destinataria a la comunidad cristiana, en cuanto tal, y a cada uno de sus miembros en particular» (§168). Y Monseñor Ricard, al finalizar la Asamblea plenaria anual del episcopado francés en Lourdes, en noviembre de 2004, reclamaba -cito textualmente- «propuestas catequéticas comunitarias dirigidas a todas las generaciones» . Lo que está en juego, precisaba, es que las comunidades «ofrezcan a todos un medio portador de la fe, una inserción, una inmersión en la expresión de la fe y la oración de la comunidad cristiana».

Afirmar que la comunidad es destinataria de la catequesis constituye un desplazamiento considerable con relación a las representaciones y prácticas habituales. Esta afirmación es una invitación a superar una catequesis que se limita a los niños y a los adolescentes, para ir hacia una catequesis que se extienda a la comunidad como tal. En realidad, se trata de establecer fórmulas catequéticas comunitarias y, por lo tanto, intergeneracionales, sin restricciones, abiertas a todos los miembros de la comunidad, sea cual sea su edad. En este sentido, el punto clave de la catequesis del mañana consiste en crear un tejido comunitario fraternal, catequizado y catequizante, que una a las distintas generaciones.

¿Pero cómo concebir en la práctica esta catequesis para las comunidades? Aludo aquí a dos posibles mediaciones: la comunidad puede valerse del ciclo litúrgico para desplegar todas sus virtualidades catequéticas y elegir un tema para desarrollar a lo largo del año.

El ciclo litúrgico constituye para la catequesis de la comunidad el punto de apoyo esencial. El ciclo litúrgico es, de hecho, una narración de la historia de salvación; una narración que «la representa», lo que literalmente quiere decir, «ponerla en escena», «volverla presente». En otras palabras, el ciclo litúrgico nos invita a participar como protagonistas en esta historia de salvación, de forma que nuestra propia historia se convierta en una historia santa. Desde este punto de vista, la catequesis de la comunidad valorará todas las potencialidades catequizantes del ciclo litúrgico. No se trata, por supuesto, de transformar nuestras liturgias en catequesis largas y locuaces, sino de actualizar, de distintas maneras, en distintos tiempos y lugares, y para toda la comunidad, las virtualidades catequéticas que ofrece la liturgia.
La comunidad también podría elegir un tema para cada año. El tema escogido se profundizaría a lo largo del ciclo litúrgico mediante un conjunto de medios y actividades que reclamarían la constante atención de toda la comunidad. Estos medios pueden incluir «tiempos fuertes» en los que se invite a la comunidad a reunirse durante una mañana, una tarde o un día entero para un tiempo de reflexión, de convivencia y celebración. También podrían realizarse ciclos de conferencias o grupos de reflexión en torno a la temática elegida; o bien un peregrinaje, una marcha comunitaria, una exposición artística, carteleras en la iglesia, una selección de textos para la lectura, etc.

Estas actividades ofrecidas a todos y para todos los miembros de la comunidad a lo largo del año litúrgico, estarán orientadas hacia la proclamación de fe de la comunidad durante la vigilia pascual y en el día de Pascua. Desde este punto de vista, la catequesis de la comunidad está completamente orientada hacia la maduración de la fe pascual y hacia su proclamación solemne durante la vigilia pascual.

Como es obvio, y por motivos perfectamente legítimos, no todos los integrantes de la comunidad participarán en todas las iniciativas de catequesis comunitaria que se programen. La participación, por principio, será libre y necesariamente variable de acuerdo con las personas, los momentos y las propuestas concretas. Pero lo fundamental no radica en la cantidad, ni mucho menos en dividir la comunidad en bandos de ritmos diferentes. Por el contrario, el objetivo consiste en poner la comunidad en movimiento para el provecho de todos y todas, y en beneficio de la dinámica de conjunto. Las comunidades así catequizadas se convertirán en células cada vez más catequizantes, es decir, en comunidades maduras en la fe, conscientes de su responsabilidad catequética, capaces de apoyar el despertar de la fe de los niños y las niñas; de los jóvenes y adultos que se les acerquen o con quienes se relacionen.

2. El desafío de la diversidad. Por una catequesis diversificada que ofrezca variados caminos para avanzar en la fe.

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Esta segunda propuesta está en estrecha conexión con la primera, ya que las fórmulas de catequesis comunitaria favorecen, al mismo tiempo, la aparición de catequesis específicas y diversificadas, y éstas, a su vez, enriquecen la catequesis comunitaria.

Esta diversificación de la catequesis es en la actualidad una necesidad ineludible, impuesta por las circunstancias. El caminar de la gente, su medio de vida, sus raíces culturales o étnicas, sus cuestionamientos y aspiraciones son tan variados, que hoy es imposible proponer un itinerario único. Esta afirmación es válida, tanto en el caso de los adultos como de los niños. Se observa, por ejemplo, cómo algunos adultos se presentan actualmente para ser confirmados, o aún más, para redescubrir la fe de una manera nueva. Igualmente sucede con los niños o adolescentes que tienen antecedentes familiares, culturales y religiosos muy distintos, quienes llegan en número creciente a la catequesis sin ser bautizados. Por esta razón, bien sea para los unos o para los otros, es necesario crear itinerarios específicos adaptados a cada situación.

Por eso, las actuales comunidades cristianas deben enfrentar el reto de implementar fórmulas catequéticas variadas, que se acomoden lo mejor posible a las condiciones y a las aspiraciones de las personas, siempre con un espíritu de servicio. La cuestión, en efecto, no consiste en «conformar» a la gente con un modelo establecido de la fe, sino en ofrecer una organización con variadas alternativas, en la que todos puedan moverse, y donde encuentren apoyo para crecer y caminar libremente en la fe.

Desde esta perspectiva se pueden distinguir varios ejes de diversificación de las propuestas catequéticas.
Existen catequesis que varían según su funcióndespertar, iniciación, reiniciación o maduración. Las catequesis del despertar y de la iniciación, como en el catecumenado, por ejemplo, se sitúan allí donde la adhesión de fe y la inserción en la comunidad cristiana toman forma. Las catequesis para recomenzar o reiniciarse se ofrecen a las personas que desean redescubrir la fe de otra forma, de manera nueva. Las catequesis de maduración van dirigidas a los cristianos seguros de su fe para que puedan profundizarla. Profundización que, destaquémoslo, consistirá a menudo, debido al actual contexto cultural, en la reconsideración de las cuestiones fundamentales, a partir de las cuales resurge la fe con más vigor y sentido .

Hay catequesis que varían según las dimensiones de la vida cristiana (creer/celebrar/vivir; fe/esperanza/caridad) Algunas catequesis, en efecto, se centran más en la inteligencia de la fe en relación con temas o asuntos culturales (grupos bíblicos, ciclos de conferencias o formación). Otras se centran más que todo en la liturgia y en los sacramentos, según las circunstancias de la vida. Otras se concentran más bien en la ética, en los valores del Reino y en la acción en el mundo teniendo en cuenta los retos por la humanización de la sociedad.

Hay catequesis que varían según la sensibilidad personal Así se pueden distinguir catequesis que trabajan la fe a partir de distintas dimensiones: cultural, emocional, comunitaria o ética . En el campo cultural, por ejemplo, pienso en las catequesis que están en relación con actividades artísticas: corales, talleres de arte cristiano.

Hay catequesis que varían según las modalidades técnicas y organizativas catequesis por grupos de edad o intergeneracionales; catequesis individuales, en pequeños o en grandes grupos; catequesis de corta o de larga duración; catequesis locales o en red, etc. Hay catequesis que tienen lugar en sitios eclesiales muy conocidos y catequesis que se llevan a cabo en lugares donde se desenvuelve la vida social o familiar. Hay catequesis que se realizan al ritmo de las fiestas eclesiales y otras que se desarrollan paralelas a los acontecimientos de la vida social o familiar.

A cada comunidad parroquial le corresponde trazar su camino, teniendo en cuenta las posibilidades expuestas. Seguramente una comunidad no podrá hacerlo todo; pero, en la medida de lo posible, puede asociarse con otras comunidades para constituir conjuntos más extensos que puedan ofrecer alternativas catequéticas más variadas y mejor organizadas.

Por: André Fossion del Lumen Vitae | Fuente: ISCA

Tomado de: http://es.catholic.net/op/articulos/1418/cat/74/la-reestructuracion-de-la-catequesis-en-tiempo-de-crisis.html 

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