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¡Buenos días, Catequista!

Hola queridos catequistas, hoy que estamos a punto de reiniciar un nuevo curso en nuestra catequesis os invitamos a vivir esta actitud de crecimiento espiritual:

“Catequista peregrino con destino”

¡Queridos catequistas, las vacaciones están por concluir! imagino, que vosotros -catequistas de corazón inquieto-, estáis cansados del descanso… ¡Que va! no os preocupéis es hora de retomar vuestro caminar, es hora de reprender el viaje, hora de mirar vuestro horizonte, es hora de retomar la esperanza que os anima a levantaros cada fin de semana con la alegría del Evangelio.
¿Sabéis porque cada catequista es un peregrino con destino?, porque no es un simple transeúnte que camina por caminar, porque no es un hacedor de catequesis que habla por hablar… no es un peón cargador de ladrillos, es un peón que sabe para quién trabaja, sabe el proyecto que está en sus manos, es un constructor del reino.
El catequista peregrino camina con rumbo fijo, tiene su mirada puesta en un destino, este objetivo le mueve, que le anima a dar para adelante… el catequista peregrino va gozando de cada paso que da, puesto que este, lo acerca cada vez más a dónde quiere llegar.
El catequista es un peregrino con paso firme hacia Dios, es un caminante con horizonte, cada paso que da quiere alcanzar una nueva experiencia, no solo para sí, sino, para todos los que caminan con él.
El catequista mira un horizonte hacia donde acompañar a los que lleva de la mano, aprende y enseña a los que son discípulos y maestros “los niños”.
El catequista no es protagonista, se reconoce humilde peregrino, el catequista va siguiendo un camino trazado por una comunidad de vida, el catequista se deja guiar, se deja conducir como buen peregrino. El catequista no camina solo, camina en comunidad y va siguiendo al único guía, a Jesús Camino, Verdad y Vida.
El catequista peregrino es capaz de hacer del camino una experiencia inolvidable porque se ha dejado alcanzar por el peregrino inesperado, el peregrino más anhelado el compañero que nunca falla.
Porque el caminante incansable que se une a los pasos cansados y sufrientes de cada uno, el peregrino por excelencia que es principio y fin, camino y culmen, plenitud de vida y esperanza en cualquier realidad, es Jesús Resucitado.
¡Querido catequista recomienza el camino! proponte, recibid con alegría y entusiasmo a los que van llegando, no solo los niños, también sus padres, o tus compañeros catequistas.

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