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Las tentaciones de la catequesis popular (I)

Ya que estamos en el tiempo de Cuaresma, tiempo de desierto y tiempo de tentación, decir que nosotros los catequistas también tenemos tentaciones. Estas semanas os vamos ir presentando diferentes tentaciones en las que podemos estar caeyendo en nuestra catequesis. Una de ellas puede ser:

PRIMERA TENTACIÓN:

Enseñar a la gente muchas «ideas de Dios»,

más que propiciar que ellos mismos experimenten y descubran a Dios en su vida.

 

Nos dejamos seducir fácilmente por esta tentación por varias razones:
— Porque creemos que ya conocen a Dios, y que sólo les falta fundamentar o ampliar sus conocimientos.

— Porque percibimos una gran ignorancia doctrinal en el pueblo.

— Porque el pueblo necesita saber «ciertas cosas» para poder defenderse ante los ataques de las sectas.

— Porque pensamos que la experiencia de Dios les toca a los evangelizadores y que a nosotros sólo nos toca la enseñanza doctrinal.

— O tristemente, porque nosotros mismos sólo tenemos unas «ideas de Dios» y nunca hemos tenido una verdadera experiencia del Dios Vivo; por lo tanto, compartimos de lo que tenemos.

Nuestra experiencia como catequistas —y como parte de un pueblo de Dios— comienza igual como el Pueblo de Dios en la Biblia: empieza una vez que hemos sentido que Dios nos ha liberado…que nos ha sacado de nuestra esclavitud…que se mete en nuestras vid as…que nos hace revivir.

¿Cómo lograr esta experiencia? ¿Con un curso para formar nuevos catequistas? No tanto. NO es un asunto de ideas (por más buenas que sean). Esta experiencia surge a partir de acciones —aún las más pequeñas— que nos van llevando de menos a más vida. Y estas acciones deben ser el centro y el alma de toda nuestra actividad como catequistas.

  • Ejemplo 1

¿Cómo ayudarle a un niño a comprender que Dios es Amor, que lo quiere y que es su Padre?…si el niño nunca ha sentido realmente amado por nadie en toda su vida…¡y mucho menos por su papá! Estas ideas de Dios —por estupendas que sean— son in útiles si no van acompañadas por unas experiencias de amor que puedan calar hondamente al niño. Propiciar estas experiencias es el trabajo principal de nosotros como catequistas. A partir de éstas, el niño puede fácilmente comprender lo demás; sin éstas, el niño jamás será catequizado. ¿Qué tipo de acciones podemos hacer para propiciar estas experiencias? Esto depende de la edad y de las necesidades de los catequizados y de las circunstancias de su medio ambiente.

Ejemplo 2


— Normalmente los niños de 8 a 10 años empiezan a sentir una necesidad de estar con los amigos en vez de estar en casa con su mamá. En esta edad toda acción que favorezca la experiencia de vivir en comunidad les dará mucha vida.

— Cada vez que experimentemos más vida, espontáneamente reformulamos nuestras ideas, incluyendo nuestra idea de Dios. Mientras más vivos nos sentimos, mejor comprendemos al Dios Vivo quien se manifiesta plenamente en nuestra vida. Pero, mientras menos vivos os sentimos, más nos conformamos con un «Dios en el cielo» cuya lejanía nos frustra y nos desespera…y ante quien, a fin y a cabo, nos volvemos o indiferentes o neuróticos. Si sólo pensamos en transmitir nuestras ideas a los demás, lo más seguro es que nuestra catequesis lo va a deformar. ¿Por qué? Sencillamente porque muchas de nuestras ideas ya están bastante deformadas.

Ejemplo 3


— ¿No hemos hablado alguna vez de un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos?… Así con esta idea, ¿qué tipo de creyente estamos formando?… uno que hace buenas obras y cumple todo por miedo de irse al infierno; es decir, hablando en plata, un egoísta que se preocupa sólo por «salvar su pellejo» y que en la práctica le vale lo que le pasa a los demás. Uno que nunca está en paz ni con Dios ni consigo mismo.

— ¿No hemos hablado alguna vez de un Dios que exige una perfección que ni nosotros podemos cumplir?… Con esta idea destruimos a los creyentes: uno se hacen fariseos, critican a los demás y se sienten frustrados por no lograr su meta, mientras que ot ros ya no se atreven a acercarse a la Iglesia y mucho menos a recibir los sacramentos porque no son dignos.

— ¿No hemos hablado de un Dios que está «por encima» de nuestros pleitos humanos?… Y así, hemos colaborado en propagar la enfermedad espiritual más grave de todos los tiempos: separar nuestra fe de nuestra vida, y asó quedarnos condenados a cumplir con una «mera religión» en vez de construir hoy mismo el Reino junto con el Amigo, Jesús Vivo.

— ¿No hemos hablado también de un Dios que piensa como nosotros y exige nuestras ideas para todos los demás?… Y así hemos formado a creyentes intolerantes que aplastan a los demás con «sus verdades».

Cuando propiciamos experiencias de Más vida, nuestras ideas se van reformulando espontáneamente. Así sucedió muy claramente con las ideas de San Pablo. Al principio él estaba muy obsesionado por sus situación de pecador, pero —al ir sintiendo cada vez más vivamente el amor que Dios le tenía— empezaba a fijarse menos en sus propios pecados y más en el Amigo. Su mirada ya no estaba en los defectos de su «vasija de barro», sino el amor del «Tesoro» que vivía en él. Y sus ideas cambiaron radicalmente: en vez que captarse como «preso al pecado y alejado de Dios», se captaba como «templo de Dios Vivo» y comprendió que nada ni nadie podría separarlo del amor de este Dios.

La catequesis verdadera debe iluminar la experiencia del Dios Vivo que cada persona o grupo está experimentando. Y si no la está experimentando… ¡qué la propicie! No hay catequesis si el catequizado no está experimentando más vida.

Bill Ameche, Catequista y escritor

Fuente: mercaba.org

Adaptación: www.catequesisdegalicia.com

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