CON EL ADVIENTO INAUGURAMOS UN NUEVO AÑO LITÚRGICO
El año litúrgico comienza con el Adviento y finaliza con la Solemnidad de Cristo Rey, celebrada el trigésimo cuarto domingo del Tiempo Ordinario, a finales de noviembre.
Tiempos litúrgicos
El año litúrgico se subdivide en tiempos litúrgicos -Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario- que prevén diferentes colores para usar en cada tiempo y diferentes pasajes de las Sagradas Escrituras que se proclaman durante la misa.
En Adviento y Cuaresma se usa el color morado que indica la esperanza, el ansia de encontrar a Jesús, el espíritu de penitencia; en los tiempos de Navidad y Pascua se utiliza el color blanco que significa alegría, pureza. Es el color del gozo pascual, de la luz, de la vida…; el domingo de Ramos, el Viernes Santo, solemnidad de Pentecostés y en las fiestas de los apóstoles y santos mártires se usa el rojo que significa el don del Espíritu Santo que nos hace capaces de testimoniar la propia fe hasta derramar la sangre en el martirio; y, durante el Tiempo Ordinario se utiliza el verde que expresa esperanza, el resurgir de una vida nueva.
El tiempo de Adviento, que dura cuatro semanas, nos prepara para vivir el nacimiento de Jesús en Belén y a su venida al final de los tiempos…Vino, viene y volverá. En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, nuestra salvación. La Cuaresma comienza el Miércoles de ceniza y se revive la marcha del pueblo de Israel por el desierto y la subida de Jesús a Jerusalén. Es tiempo de oración y penitencia para la conversión del corazón. En el tiempo de Pascua, que comienza el domingo de Resurrección y concluye en Pentecostés, celebramos la Resurrección Jesús, el triunfo de Jesús sobre la muerte y primicia de nuestra resurrección, la mayor fiesta de la Iglesia («No está aquí…¡Ha resucitado!»). Y, finalmente, en el tiempo Ordinario, que se vive en dos momentos -uno, entre Navidad y Cuaresma y, otro, entre Pentecostés y Adviento-, guiados por el Espíritu Santo y alimentados por la Palabra de Dios seguimos construyendo el Reino de Dios.
Cada tiempo litúrgico requiere una actitud del alma diferente por parte de nosotros, una predisposición de fe y de corazón que cambia según el momento de la vida de Jesús que celebramos y vivimos.
Un camino de salvación
Mientras tanto, podemos decir que el año litúrgico celebra y renueva la vida de Jesús distribuida a lo largo de todo un año. Celebramos y actualizamos los momentos más importantes del plan de salvación de Dios. El corazón del año litúrgico es el Triduo Pascual, la pasión, muerte y resurrección de Jesús. El año litúrgico representa para todos los cristianos un camino de fe, un camino de salvación, durante el cual todos los creyentes estamos invitados a hacer nuestra la experiencia terrenal y espiritual de Jesús que transforma nuestra vida y nos lleva a la salvación.