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El Catequista: mediador entre el Evangelio y la cultura

El magisterio de la Iglesia a lo largo de la historia ha ido trazando un camino de reflexión buscando poner en diálogo el Evangelio y la cultura, conscientes de que la tarea de la evangelización constituye la misión esencial de la Iglesia (EN14). Aunque el tema en cada uno de los documentos no esté expresado específicamente con la frase “inculturación del evangelio”, en el fondo esa es la intensión, el de hacer encarnar el Evangelio en las culturas, tiempos y situaciones concretas.

La cultura, en el fondo no es otra cosa que el modo en el cuál el hombre o un grupo humano se comprende y se expresa.[1] Así pues, La cultura abraza todas las manifestaciones de los hábitos sociales de una comunidad y que tiene en sí la capacidad de ser transmitidas de una generación a la otra y que sirve como guía potencial para el comportamiento de los hombres.

Inculturación es la encarnación de la vida y mensaje cristiano en un área cultural concreta, de tal manera que esa experiencia no solo llegue a expresarse con los elementos propios de la cultura en cuestión (lo que no sería más que una superficial adaptación), sino que se convierta en el principio inspirador, normativo y unificador que transforme y re-cree esa cultura, originando así “una nueva creación”. Esta experiencia cristiana es, en cada caso, la del pueblo de Dios que vive en un área cultural determinada y ha asimilado los valores tradicionales de su propia cultura, pero se abre a las demás culturas. Es decir: es la experiencia de una Iglesia local que, discerniendo el pasado, construye el futuro en el presente[2].

Concluimos aterrizamos de manera práctica, con convicciones y actividades que emanan de esta reflexión[3], y que todo catequista deberá cultivar para ejercer su misión de mediador entre el Evangelio y una determinada cultura:

  1. No existe un cristianismo sin cultura ni una cultura sin fe. Esto conduce a no totalizar cualquier expresión de fe cristina y a recordar que la presencia salvífica y la autorevelación de Dios son ya presente en cada cultura.
  2. La historia y la visión de la fe cristiana continúan a desvelarse a lo largo de la historia. Una verdadera inculturación exige la convicción de que la historia de la fe cristiana esta aun en acto, que posee aún profundidad de penetrar, demasía de significado que no será jamás agotado.
  3. Cada expresión cultural de la fe cristiana debe ser profundamente única, quedando al mismo tiempo ligada en esencial unidad con todas las otras expresiones. En la práctica, esto exige al agente de pastoral busque y promueva eso que es propio en una cultura y animen a las personas a expresar la fe cristiana a través de símbolos de su propia cultura
  4. Los valores del Reino de Dios deberían ser visibles en el auténtico proceso de inculturación. Esto significa que el enfoque y el estilo usado del agente de pastoral deben ser caracterizados de los valores del Reino y especialmente del amor radical.

 

 

[1] A. Dondeyde, L’essor de la culture, citado en Gevaert J., Catechesi e cultura contemporanea, Elledici, Torino  1993, 21.

[2] Carta del P. Arrupe sobre la inculturación (14 maggio 1978)

[3] Todas ellas tomadas de T.H. Groome, Inculturazione: come procedere in un contesto pastorale, «Concilium», 30 (1994), con algunas leves modificaciones.

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